Las mujeres que estuvieron comingo conocieron el amor verdadero, sobre todo cuando me dejaban.
martes, 29 de septiembre de 2009
Verdad
lunes, 28 de septiembre de 2009
Sinceridad
-Bueno, y si querés, la próxima vez te llevo a ver esa obra, ¡te va a encantar!
-Ah...¿nos vamos a ver otra vez?
-¡Y!, si no cogemos hoy, no va a quedar otra.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Nueva reseña
¡Feo!
Una ácida, risueña y humana visión de la niñez, adolescencia y juventud de un feo contada por él mismo: la familia, la escuela, los amigos, los primeros bailes y amoríos, el trabajo, en fin, el relato de un fracaso tras otro hasta la redención final en una gran campaña de alcance mundial:
¡Impuesto a la belleza!
Miralo a Churchill
-¿Ésta usted borracho?, señor Churchill.-
Éste la miró y de inmediato respondió con mucha tranquilidad.
-Es posible, señora, pero mañana por la mañana volveré a estar sobrio. Usted, en cambio, seguirá siendo igual de fea.
Los cronistas cuentan que el parlamento estalló en una carcajada. Hoy pasaría lo mismo, aunque mucho criticarían en público la respuesta de Churchill y en privado festejarían la ocurrencia.
No me sale ni mierda…
Me parece increíble haber escrito ¡feo! en dos meses, y que, ahora, que tengo las puertas abiertas de la editorial para publicar otro libro, crea que todo lo que escribo es una mierda. Es más, creo que esto también es una mierda. Y lo más probable es que lo sea, pero no me importa. Al menos, voy a hacer el esfuerzo para que no me importe.
Desde noviembre de 2006 que tengo más de 40 cuentos y 20 posibles novelas. Ninguna de ellas pasó las 4 páginas. Al comienzo me parecen excelentes y a las horas me cuestionó haberle dedicado tanto tiempo a textos que merecen el delete. Y los dejó dormir, meses o quizás años, y cuando los vuelvo a leer, me parecen geniales. Me vuelvo a entusiasmar, retomo la escritura y al poco de comenzar pienso que estoy cagando lo que ya era bueno. En fin, apago la computadora y me voy a ver la tele.
Desde hoy, voy a escribir, por escribir. Publicar, salga lo que salga. Que la escritura se transforme en la misma rutina que es para mí comer, dormir, ir a cagar, o mirar televisión. Quizás, con este ejercicio, me liberé de esta sensación que me lleva a pensar que lo que escribo merece el inexorable destino del destierro.